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صورة الكاتبDellair Youssef

Vida y renacimiento después de la prisión siria


“Cuando les dije que tenía frío me calentaron a bofetadas. Las horas escupieron sus segundos en nuestros ojos.” -Poeta sirio Golan Haji, de Desapariciones


“Guardé las historias dentro de mí, para contarlas una vez que saliera”, recuerda Abir Farhoud. Aunque ahora vive en Alemania, hace casi una década estuvo detenida en la sucursal 215 de Siria y en la prisión de Adra, donde fue testigo de numerosas violaciones de derechos. Hablando con Syria Untold y la campaña #ForJustice (N.d.T: ‘Por justicia’), recuerda que las fuerzas de seguridad torturaron gravemente a una compañera antes de obligarla a aparecer en un canal de televisión progubernamental. Una vez en directo, la hicieron confesar falsamente que ayudaba a los ‘yihadistas’ y que realizaba la ‘yihad sexual’.


El padre de la mujer la visitó más tarde en la prisión de Adra, cuenta Farhoud, y le escupió en la cara. Le dijo que la mataría si salía viva de la cárcel, ya que había deshonrado a la familia.

“Con el paso del tiempo, la gente empezó a acudir en masa a nuestra casa y me felicitó por mi liberación. Me negué a que me llamaran héroe. Yo no fui una. Les dije a las familias de los detenidos de mi barrio que estaban con nosotros en la cárcel. A la mañana siguiente, me afeité la cabeza por completo, después de que mi madre vio piojos en mi cama. Solo me quedé en casa dos días. Luego me mudé a la casa de mi hermana, ella era como una segunda madre para mí. Estaba vacía, ya que ella se había mudado a una ciudad kurda en el norte, dos días antes de mi liberación de esa tumba. Me quedé en su casa durante cuatro días, lejos de todo el ruido y en mi soledad. ¡Cómo deseaba volver a la cárcel! ¡Empecé a creer que la prisión era libertad!».


Lo anterior es un extracto de las memorias de 2017 del ex detenido Muhammad Sadiq Othman en “Como una resurrección”. Othman fue arrestado en 2013, cuando solo tenía 17 años y liberado unos meses después. En este libro, recuerda su vida en prisión. Recuerda que sus vecinos anhelaban saber el destino de sus propios hijos después de su liberación y regreso a casa. Recuerda su anhelo de soledad y aislamiento. Los sentimientos de Othman no son inusuales, ya que los sobrevivientes de las cárceles sirias a menudo experimentan dos estados: o necesitan aislamiento del mundo exterior o sienten la necesidad de hablar de su detención de manera exorbitante.


Cuando los guardias de la prisión finalmente liberaron a Abdulaziz Aldureid un par de años después de la revolución, estaba extasiado. Ahora con 31 años residente en España, Aldureid lo recuerda como el mejor día de su vida. ‘Mi foto personal favorita es la que me tomaron ese día’, le dijo a Syria Untold. Antes de su liberación, había perdido la esperanza de libertad, pero más tarde, dice que sintió que ‘una persona podría volver a la vida después de la muerte’. Sus amigos y familiares, que vivían en el extranjero, lo recibieron como a un héroe, aunque, como Othman, no se consideraba a sí mismo como tal.


“Cambié mi nombre en las redes sociales porque había estado usando seudónimos. En su lugar, puse mi nombre real porque me dio energía positiva. Fue una especie de desafío para lanzarle en la cara al régimen. Quería decir ‘Mira, me arrestaste, pero no lograste matar mi impulso interior por la libertad’, manifestó Aldureid. Comenzó a ver a las personas de manera diferente. “¿Por qué no movieron un dedo cuando me torturaban cerca de ellos, al igual que miles continúan siendo torturados? Quizás si hubieran hecho algo, esto no habría sucedido”, agregó.


Aldureid comenzó a notar pequeños detalles de la vida diaria que no había visto antes de la cárcel. Apreciaba tener un corta uñas en casa, que no tenía en la cárcel. “Ahora era más duro conmigo mismo. Era como si creyera que la vida de una persona puede cambiar en cualquier momento y puede soportar condiciones difíciles y no tener las cosas que da por sentado normalmente. En caso de que se repita la detención o cualquier experiencia similar, estaría más preparado, aunque sea un poco», expresó.


La familia de Abir Farhoud la recibió después de la prisión con orgullo y amor, pero con miedo. La sacaron del país de contrabando solo 10 días después de su liberación bajo fianza, y antes de que estuviera programada para comparecer ante el tribunal. Ella dice que sus últimos 10 días en prisión fueron los peores. Se había emitido su orden de liberación, pero la mantuvieron en la prisión de Adra sin ninguna razón lógica. Las autoridades de la prisión finalmente liberaron a Farhoud por la noche, junto con otra mujer. Caminaron solas en la oscuridad, cerca de la línea de fuego, donde las fuerzas de la oposición se acercaban a las áreas controladas por el régimen y se producían fuertes enfrentamientos. Las dos mujeres caminaron durante horas antes de encontrar un taxista que las llevara a casa al otro lado de la ciudad.


Farhoud, ahora en sus treinta, le cuenta a Syria Untold y #ForJustice sobre las mujeres que conoció después de su arresto, incluida la historia de una mujer con la que se mantuvo en contacto después de salir de prisión. La familia de la mujer la encerró en su casa después de su liberación con el pretexto de ‘temer’ por su seguridad. Su hermano finalmente la liberó de la casa. Según Farhoud, la sociedad siria a menudo es despiadada con las mujeres detenidas después de su liberación.


«Cuando hablé sobre el acoso sexual que era parte de la tortura que enfrentan las mujeres detenidas, la gente reaccionó con comentarios abusivos e intimidación, tenían una perspectiva profundamente negativa», declaró Farhoud.


La historia de Wassim Hassan da otro giro. Ahora que vive en Alemania, recuerda que después de su propia liberación de la prisión en 2011, sus amigos partidarios de la oposición permanecieron a su lado durante una semana entera. Pero “los otros que estaban en contra de la revolución, incluidos los miembros de mi familia y las personas que me rodeaban, extrañamente dudaban de mí. Me llamaron traidor y agente y me trataron como si fuera un criminal que quería sabotear el país. Algunos miembros de mi familia extendida incluso publicaron en las redes sociales que yo era un traidor y agente de Israel. Estas acusaciones no tienen nada que ver con la libertad que soñé para mi país y la dignidad de su gente”, comentó Wassim.


Hassan recuerda haber experimentado sentimientos extraños y encontrados durante ese tiempo. Incluso mientras estuvo detenido, se mostró optimista de que la caída de Asad era inminente. “Aún así, fui cauteloso con las personas que me rodeaban, como mis colegas y vecinos. Intercambiamos miradas extrañas. Era como si quisieran preguntarme si era un amigo o un enemigo», relató. Recuerda la semana posterior a su salida de la cárcel, cuando comenzó a sentir que tenía que hacer o cambiar algo. Sin embargo, no sabía exactamente qué. Pintó las paredes de su casa con colores brillantes. «Fue extraño, pero sentí la necesidad de colores después de mi liberación de esa celda aislada bajo tierra, donde todo estaba oscuro», dijo.


En la película de 2009 ‘Larga Noche’, dirigida por el difunto Hatem Ali y todavía prohibida en Siria, un preso político es liberado de prisión después de muchos años. De camino a su ciudad natal a las afueras de Damasco, donde sus hijos esperan su llegada, el conductor le pregunta por la ruta. Dice que no lo sabe, pero el conductor responde que el camino no cambió. El ex detenido responde que ya no reconoce nada porque llevaba 20 años encerrado. Luego pregunta por la carretera antigua y el conductor responde que la conoce. “El viejo camino no cambió”, dijo.


El coche se detiene y el hombre sale para pararse bajo la lluvia. Siente gotas de lluvia acariciando su rostro, como lágrimas del cielo, por primera vez desde su desaparición en el abismo de detención. Llega a su pueblo, a la casa de su infancia, mientras sus hijos lo buscan. Solo su hijo menor, que siguió los pasos de su padre como activista, intuye hacia dónde se dirige y lo sigue hasta ese pueblo cercano, pero de alguna manera remoto, lejos del ruido de la capital. El hombre se apoya contra un árbol viejo, como si quisiera decir: «Finalmente, estoy en casa». Luego, muere. Su hijo llega a la casa vieja. Abraza a su padre muerto y llora. Entre lágrimas, le pregunta al cadáver de su padre: «¿Es por eso que te escapaste?».


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